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Noelia Tomoshige es la pastelera revelación con un postre de cítrico japonés y miel andaluza
El jurado presidido por Paco Torreblanca concedió el premio a una creación que conjuga las dos tierras de la autora, llamado «furusato».
Un postre que aunaba sabores japoneses y andaluces cautivó a los jueces del VI Premio Pastelero Revelación. Con el nombre de 'Furusato', palabra japonesa que significa lugar de origen, la pastelera Noelia Tomoshige usó como principales ingredientes el cítrico y la miel. Son símbolos de sus dos tierras. Uno, el ‘sudachi’, un cítrico asiático muy desconocido en España, junto a la miel de castaño andaluz. «Soy japonesa y nací en Sevilla», dice Tomoshige, después de recibir el galardón de Madrid Fusión Alimentos de España. Tiene 32 años, estudió pastelería francesa en 2020 y abrió su local Monroebakes en Getafe, relata. Quien «hace dos años trabajaba en El Corte Inglés en algo que nada tiene que ver con la cocina» ahora puede haber inventado un género del dulce con su «pastelería fusión japonesa-francesa-española, que está presente en mi carrera todos los días».
En la cata a ciegas, el jurado presidido por Paco Torreblanca se sorprendió con este pastel de varias texturas, con base glaseada y colores brillantes verdes, hecho con un ingrediente que pocas veces se prueba en estas latitudes, menos aún en repostería. «Quería presentar un postre novedoso y me decanté por el sudachi, que me costó mucho conseguir aquí», explica Tomoshige. «También quería representar a Andalucía de alguna forma y lo que va bien con el sudachi es la miel, miel de castaño».
Alto nivel
En esta edición también compitieron un polo preparado solo con los ingredientes del pan, llamado ‘Pan helado’; un bizcocho de patata con frutas como lúcuma y mamey con el nombre de ‘bizcocho de papa sobre cremoso de mamey’; una tartaleta de tocinillo de cielo con yogur; una tarta de chirivía (especie de zanahoria blanca) con chocolate blanco, y un postre de calçot que aprovechaba su dulzor natural, del que salía crema y chocolate.
En este orden, y con el que se alzó con el premio en sexto lugar, lo probaron los jueces. «Han ido evolucionando positivamente», resumió Torreblanca antes de la deliberación. «Hay repostería de restaurante y de pastelería. Por ejemplo, la tartaleta se puede interpretar de dos formas: para llevar a casa o para comer en el sitio. Estaría bien que los pasteleros explicasen cada postre y su concepto».
Mientras buscaban los sabores de los enunciados con la que los pasteleros defendían sus creaciones, para trazar conexiones entre el discurso y el postre, pocas palabras les dejaron decir a los jueces. La inmediatez de sus opiniones todavía con el dulzor en la boca se silenció hasta la deliberación final, que tampoco se supo en la gala celebrada en el auditorio del congreso. Aun cuando la impresión de cada elaboración era un secreto que difícilmente se adivinaba en los gestos de sus rostros, «el nivel ha sido alto» y los «postres muy diferentes», dijo la juez Estela Gutiérrez. «Soy golosa y prefiero el sabor a la imagen del plato. El postre tiene que estar rico».
De obrador y restaurante
Entre los evaluadores también estaba el ganador de la edición anterior, Ausias Signes, que encontró «muy interesantes» los postres. Por su parte Julia Pérez Lozano valoró qué tan «ligero» era el postre, diferenciando el que se ofrece en un obrador del que se come en un restaurante. «Tiene que ser ligero en el restaurante, porque el menú suele ser largo, mientras que si es de obrador y es para comértelo en una tarde, la cosa cambia».
Y ganó un postre de obrador que bien podría estar en la carta del mejor restaurante. «En estos dos años he ido evolucionando naturalmente», reflexiona Tomoshige. «Sin buscarlas, las opciones se han presentado así y voy a seguir por la misma línea: lo que se presente en el futuro me llevará por nuevos caminos».